Hoy domingo, por fin nos sonríe el tiempo y el sol brilla iluminándolo todo de un verde maravilloso.
Lo que habíamos hablado Noel y yo, precisamente, era que cuando volviera el buen tiempo, subiríamos al Zinken. Dicho y hecho.
La travesía, para los que la conocemos es preciosa. Casi 1.000 metros de desnivel, ya desde el principio subida, con unos paisajes deslumbrantes de todo el valle, encontrando frambuesas silvestres en los laterales, para reponer fuerzas, y con el aliciente, además, para Noel especialmente, de bajar en la Sommerrodelbahn. A parte, por supuesto de una bien merecida comida arriba del todo. ¡Todo un gustazo, vamos!
Cierto que para los que no lo habían subido a pie nunca, caso de Noel, se hace un poco durilla, todo hay que decirlo. Pero lo cierto es que la aguantó como todo un montañero que es.
Mi mérito fue aguantar todas sus quejas sin tirar la toalla. Que no es poco, puedo asegurarlo.
Aquí tenéis algunas fotos de la hazaña.
Se me olvidaba decir que Tizón subió con nosotros y bajó conmigo todo el trayecto. Bravo también por él.
Hoy, con el tiempo como está, todo nublado y lloviendo, nos hemos ido con Cristof a darnos un bañito en las piscinas climatizadas y complejo Spa Watzmann, en Berchtesgaden (Alemania), que se llega en menos de media hora en coche desde aquí.
